A MIS COMPAÑEROS DE ÉPICOS Y GLORIOSOS AÑOS
Compromisos adquiridos de antemano, completamente ineludibles, me impiden estar junto a vosotros en ese emotivo reencuentro, después de tantos soles y heladas. Cierto es que estaré a tan solo siete leguas de la ciudad del Jerte, pero me atan otros quehaceres y ni siquiera podré brindar con vosotros, que me toca alzar las copas bajo otras copas de encinas centenarias, en alegre romería.
Bien saben los antiguos y modernos dioses, en los que no creo, que daría un ojo de mi cara por estar en vuestra grata compañía, a fin de recordar aquellos épicos y gloriosos años, cuando estábamos a punto de hacer trizas la putrefacta y oscura dictadura y entrar en lo que creíamos que iba a ser una Democracia Real y resulta que fue toda una pantomima de Transición, modelo de nada, donde hubo una vergonzosa bajada de calzones ante las oligarquías y los poderes fácticos del franquismo.
Pero los que luchamos contra aquella tiranía podemos estar orgullosos de ello, aunque por tanto desvivirnos por el dolor ajeno dejamos apartados otros romanticismos, que compañeras hubo que nos tocaron el arpa de nuestros corazones y, por andar echados al monte, no recogimos a tiempo la sangre de nuestros ventrículos, tan asaeteados por ojos color de miel. Si alguna, en vez de estar atrapando grillos, leyera los mensajes de su página en Facebook, a lo mejor se enteraba de por dónde van los tiros. ¡Cuántos años luz de aquello, pero siempre queda un resquicio iluminando al fondo!
En fin, que tengáis una buena jornada, compadreando y comadreando mucho. Seguro que la mayoría de vosotros lleváis infinidad de lunas sin veros las caras. El mundo está lleno de diferentes y enrevesados caminos, pero también es un pañuelo. ¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue ayer y ya peinamos canas. Pero seguimos viendo amanecer y que sea por mucho tiempo.
“¡¡¡Carpe diem!!!” Por ello, cantad, bailad, brincad y retozad en esa dichosa jornada del 30 de abril, efeméride de San Afrodisio y Santa Pomponia, que el tiempo vuela y es imposible atraparlo.
No puedo estar con vosotros y, si hubiera estado, habría hecho añicos el protocolo, que lo mío no son rituales donde al vino le llaman sangre de Cristo y a las obleas de pan ácimo carne del mismo Señor, el cual tiene todos mis respetos como hombre y revolucionario que fue. Y lo mío tampoco es visitar a mandamases que son parte del “establishment” y de la “beautiful people” que tantos disgustos nos está dando en estos tiempos revueltos. Protocolos heterodoxos y populares, sí; pero no los ortodoxos y a la antigua y rancia usanza.
En fin, escuchad la voz de aquel gran poeta persa Omar Jayán: “¡La vida pasa, rápida caravana! Detén tu montura y procura ser feliz”.
Un fuerte abrazo para todos. ¡Salud! Félix Barroso Gutiérrez (mi auténtico nombre es Francisco Javier Feliciano, pero, ha tiempo, que el trío lo reduje a uno, a aquel por el que siempre me habían llamado y por el que siempre fui conocido). Amén.