Lecturas Devocionales de Adultos 2017
DICIEMBRE 2017
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01-Cristo pudo haber venido antes de esto
2017-12-01 - Adultos
«Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?». Hechos 1: 6
SI TODOS los que trabajaron unidos en la obra de 1844 hubieran recibido el mensaje del tercer ángel, y lo hubieran proclamado en el poder del Espíritu Santo, el Señor habría actuado poderosamente por sus esfuerzos. Raudales de luz habrían sido derramados sobre el mundo. Desde hace años los habitantes de la tierra habrían sido advertidos, la obra final se habría consumado, y Cristo habría venido para redimir a su pueblo.
No era la voluntad de Dios que Israel peregrinara durante cuarenta años en el desierto. Lo que él quería era conducirlos a la tierra de Canaán y establecerlos allí como un pueblo santo y feliz. Pero «no pudieron entrar a causa de su incredulidad» (Heb. 3: 19). Perecieron en el desierto debido a su apostasía, y otros fueron levantados para entrar en la tierra prometida. Asimismo, no era la voluntad de Dios que la venida de Cristo se dilatara tanto, y que su pueblo permaneciera durante tantos años en este mundo de pecado e infortunio. Pero la incredulidad lo separó de Dios. Mientras unos Se negaron a hacer la obra que les había señalado, otros fueron llamados para proclamar el mensaje. Por misericordia hacia el mundo, Jesús difiere su venida para que los pecadores tengan oportunidad de oír el aviso y encontrar amparo en él antes que se desate la ira de Dios.
Tanto hoy como en el pasado, la predicación de una verdad que desaprueba los pecados y los errores del momento, despertará oposición. «Pues todo aquel que hace lo malo detesta la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean puestas al descubierto» (Juan 3:20). Cuando los seres humanos ven que no pueden sostener su actitud por las Sagradas Escrituras, muchos resuelven mantenerla a como dé lugar, y con un espíritu perverso atacan el carácter y los motivos de los que defienden las verdades que no son populares. Es la misma política que se siguió en todas las edades. Elías fue acusado de perturbar a Israel, Jeremías de traidor, y Pablo de profanador del templo. Desde entonces hasta ahora, los que quisieron ser leales a la verdad han sido denunciados como alborotadores, herejes o divisores. [...] ¿Ha dado Dios luz a sus siervos en esta generación? En tal caso deben dejarla brillar para el mundo.- El conflicto de los siglos, cap. 27, pp. 451-452.
02-Joyas de Dios
2017-12-02 - Adultos
«Los perdonaré como un hombre perdona al hijo que lo sirve». Malaquías 3: 17
EL OJO DE DIOS, al mirar al través de las edades, se fijó en la crisis a la cual tendrá que hacer frente su pueblo, cuando los poderes de la tierra se unan contra él. Como desterrados cautivos, temerán morir de hambre o por la violencia. Pero el Dios santo que dividió las aguas del Mar Rojo delante de los israelitas manifestará su gran poder libertándolos de su cautiverio. «Ellos serán mi pueblo -dice el Señor de los ejércitos Celestiales-. El día en que yo venga para juzgar, serán mi tesoro especial. Les tendré compasión así como un padre le muestra compasión a un hijo obediente» (Mal. 3: 17, NTV). Si la sangre de los fieles siervos de Cristo fuera entonces derramada, no sería ya, como la sangre de los mártires, semilla destinada a dar una cosecha para Dios. Su fidelidad no sería ya un testimonio para convencer a otros de la verdad, pues los corazones endurecidos han rechazado los llamamientos de la misericordia hasta que ya no se dejan oír. Si los justos cayeran entonces presa de sus enemigos, sería un triunfo para el príncipe de las tinieblas. [...]
Cuando los que honran la ley de Dios hayan sido privados de la protección de las leyes humanas, empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo señalado en el decreto, el pueblo conspirará para extirpar la secta aborrecida. Se acordará dar en una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora. El pueblo de Dios, algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas; invoca aún la protección divina, mientras que por todas partes compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la obra de muerte. Entonces, en la hora de supremo apuro, es cuando el Dios de Israel intervendrá para librar a sus escogidos. [...]
Multitudes de seres humanos perversos, profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, están a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la oscuridad de la noche, caen sobre la tierra. Luego, un arcoíris que refleja la gloria del trono de Dios se extiende de un lado a otro del cielo, y parece envolver a todos los grupos en oración. Las multitudes encolerizadas se sienten contenidas en el acto. Sus gritos de burla expiran en sus labios. Olvidan el objeto de su ira sanguinaria. Con terribles presentimientos contemplan el símbolo de la alianza divina, y ansían ser amparadas de su deslumbrante claridad.- El conflicto de los siglos, cap. 40, pp. 616-617; cap. 41, pp. 619-620.
03-El grito de victoria
2017-12-03 - Adultos
«¡He aquí, este es nuestro Dios! Le hemos esperado, y nos salvará». Isaías 25: 9
LOS HIJOS DE DIOS oyen una voz clara y melodiosa que dice: «¡Levántense!», y al elevar la vista al cielo, contemplan el arcoíris de la promesa. Las nubes negras y amenazadoras que cubrían el firmamento se han desvanecido y, como Esteban, clavan la mirada en el cielo y ven la gloria de Dios y al Hijo del hombre sentado en su trono. En su divina forma distinguen los rastros de su humillación, y oyen brotar de sus labios la oración dirigida a su Padre y a los santos ángeles: «Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo» (Juan 17: 24). Luego se oye una voz armoniosa y triunfante, que dice: «¡Aquí están! ¡Estos son! Santos, inocentes e inmaculados. Guardaron la palabra de mi paciencia y andarán entre los ángeles»; y de los labios pálidos y temblorosos de los que guardaron firmemente la fe, sube una aclamación de victoria.
Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Suceden señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: «Hecho está» (Apoc. 16: 17, RV60).
Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Luego un gran terremoto, «cual no lo hubo jamás desde que los hombres existen sobre la tierra» (vers. 18). El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz de demonios en misión de destrucción. Toda la tierra se alborota y resuena como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 620-621.
04-Vida eterna o vergüenza y confusión
2017-12-04 - Adultos
«Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor». Apocalipsis 14: 13
«LA GRAN BABILONIA vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del ardor de su ira». Granizo grande, cada piedra «como del peso de un talento» (Apoc. 16:19-21), hace su obra de destrucción. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son liberados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe.
Los sepulcros se abren y «muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados: unos para vida eterna, otros para vergüenza y confusión perpetua» (Dan. 12:2). Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. «Los que lo traspasaron» (Apoc. 1:7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para contemplarlo en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.
Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso de vez en cuando, como si fuera el ojo vengador del Señor. Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la condenación de los impíos. No todos entienden las palabras pronunciadas; pero los falsos maestros las comprenden perfectamente. Los que poco antes eran tan temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban al ensañarse contra el pueblo de Dios observador de sus mandamientos, se sienten presa de consternación y tiemblan de terror. Sus llantos dominan el ruido de los elementos. Los demonios confiesan la divinidad de Cristo y tiemblan ante su poder, mientras que los seres humanos claman por misericordia y se revuelcan en terror abyecto.
Al considerar el día de Dios en Santa visión, los antiguos profetas exclamaron: «¡Giman, que el día del Señor está cerca! Llega de parte del Todopoderoso como una devastación» (Isa. 13:6). «¡Métete en la roca, y escóndete en el polvo ante el terror del Señor y el esplendor de su majestad!» (Isa. 2: 10, NVI).- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 621–622.
05-Seguros al fin
2017-12-05 - Adultos
«De dar el galardón a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes». Apocalipsis 11: 18
EN UN CLARO entre las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo se cuadruplica por el contraste con la oscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del estandarte de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados de manera portentosa de la sombría y terrible tiranía de los seres humanos vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan decaídos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza» (Sal. 46: 1-3). [...]
Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan como brillaba el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos no los pueden mirar. Y cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria.
Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, como de la mitad del tamaño de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de oscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arcoíris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es el «varón de dolores» (Isa. 53: 3), que ha de beber el amargo cáliz de la afrenta y de la maldición. Victorioso en el cielo y en la tierra, viene a juzgar a vivos y muertos.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 622, 623-624.
06-La gracia de Dios es suficiente
2017-12-06 - Adultos
«Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes». Santiago 4: 6
EL FIRMAMENTO parece lleno de formas radiantes, «millares de millares y millones de millones» (Apoc. 5: 11, NVI). Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. «Su gloria cubrió los cielos, la tierra se llenó de su alabanza. Su resplandor es como la luz» (Hab. 3: 3-4). A medida que va acercándose la nube, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por una gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. «En su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores» (Apoc. 19: 16).
Ante su presencia, «se han puesto pálidos todos los rostros» (Jer.30:6); el terror de la desesperación eterna se apodera de los que han rechazado la misericordia de Dios. «Desfallecen los corazones, tiemblan las rodillas, [...] palidecen los rostros» (Nah. 2: 10, NVI). Los justos gritan temblando: «¿Quién podrá sostenerse de pie?» (Apoc. 6: 17). Termina el canto de los ángeles, y sigue un momento de silencio aterrador. Entonces se oye la voz de Jesús, que dice: «¡Basta mi gracia!». Los rostros de los justos se iluminan y el corazón de todos se llena de gozo. Y los ángeles entonan una melodía más elevada, y vuelven a cantar al acercarse aún más a la tierra.
El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. «Vendrá nuestro Dios y no callará; fuego consumirá delante de él y tempestad poderosa lo rodeará. Convocará a los cielos de arriba y a la tierra, para juzgar a su pueblo» (Sal. 50:3-4). [...]
Cesaron las burlas. Callaron los labios mentirosos. El choque de las armas y el tumulto de la batalla, «y todo manto revolcado en sangre» (Isa. 9:5), han concluido. Solo se oyen ahora voces de oración, llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco antes, estalla el grito: «El gran día de su ira ha llegado y ¿quién podrá sostenerse en pie?» (Apoc. 6: 17). Los impíos piden ser sepultados bajo las rocas de las montañas, antes que ver la cara de Aquel a quien han despreciado y rechazado.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 622-625.
07-La resurrección especial de los perdidos
2017-12-07 - Adultos
«De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo». Mateo 26: 64, NVI
CONOCEN ESA VOZ que penetra hasta el oído de los muertos. ¡Cuántas veces sus tiernas súplicas no los llamó al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no fue oída en las conmovedoras exhortaciones de un amigo, de un hermano, de su Redentor! Para los que rechazaron su gracia, ninguna otra podría estar tan llena de condenación ni tan cargada de acusaciones, como esta voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: «¡Conviértete, pueblo de Israel; conviértete de tu conducta perversa! ¿Por qué habrás de morir?» (Eze.33: 11, NVI). ¡Oh, si solo fuera para ellos la voz de un extraño! Jesús dice: «Como ustedes no me atendieron cuando los llamé, ni me hicieron caso cuando les tendí la mano, sino que rechazaron todos mis consejos y no acataron mis reprensiones» (Prov. 1:24-25, NVI). Esa voz despierta recuerdos que ellos quisieran borrar, de avisos despreciados, invitaciones rechazadas, privilegios desdeñados.
Allí están los que se mofaron de Cristo en su humillación. Con fuerza penetrante acuden a su mente las palabras del Varón de dolores, cuando, conjurado por el sumo sacerdote, declaró solemnemente: «De ahora en adelante verán ustedes al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo» (Mat. 26:64, NVI). Ahora lo ven en su gloria, y deben verlo aún sentado a la diestra del poder divino.
Los que pusieron en ridículo su afirmación de ser el Hijo de Dios enmudecen ahora. Allí está el arrogante Herodes que se burló de su título real y mandó a los soldados escarnecedores que lo coronaran. Allí están los hombres mismos que con manos impías pusieron sobre su cuerpo el manto de grana, sobre sus sagradas sienes la corona de espinas y en su dócil mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él con burlas de blasfemia. Los que golpearon y escupieron al Príncipe de la vida, tratan de evitar ahora su mirada penetrante y de huir de la gloria abrumadora de su presencia. Los que atravesaron con clavos sus manos y sus pies, los soldados que le abrieron el costado, consideran esas señales con terror y remordimiento.
Los sacerdotes y los escribas recuerdan los acontecimientos del Calvario con claridad aterradora. Llenos de horror recuerdan cómo, moviendo sus cabezas con arrebato satánico, exclamaron: «A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrelo ahora si lo quiere» (Mat. 27: 42-43).- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 625-626.
08-El destino de los falsos pastores
2017-12-08 - Adultos
«Giman, pastores, y clamen, revuélquense en el polvo, jefes del rebaño, porque les ha llegado el día de la matanza; serán dispersados». Jeremías 25: 34, NVI
EL MINISTRO QUE SACRIFICÓ la verdad para ganarse el favor de los demás, discierne ahora el carácter y la influencia de sus enseñanzas. Es aparente que un ojo omnisciente lo seguía cuando estaba en el púlpito, cuando andaba por las calles, cuando se mezclaba con la gente en las diferentes escenas de la vida. Cada emoción del corazón, cada línea escrita, cada palabra pronunciada, cada acción encaminada a hacer descansar a la humanidad en una falsa seguridad, fue una siembra; y ahora, en las almas miserables y perdidas que lo rodean, él contempla la cosecha. [...]
Los pastores y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios. Ven que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. El rechazo de los preceptos divinos dio origen a miles de fuentes de mal, discordia, odio e iniquidad, hasta que la tierra se convirtió en un vasto campo de batalla, en un abismo de corrupción. Tal es el cuadro que se presenta ahora ante la vista de los que rechazaron la verdad y prefirieron el error. Ningún idioma puede expresar la vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo que perdieron para siempre: la vida eterna. Aquellos a quienes el mundo idolatró por sus talentos y elocuencia, ven ahora las cosas en su luz verdadera. Se dan cuenta de lo que perdieron por la desobediencia, y caen a los pies de aquellos a quienes despreciaron y ridiculizaron a causa de su fidelidad, y confiesan que Dios los amaba.
La gente se da cuenta de que fue engañada. Se acusan unos a otros de haberse arrastrado mutuamente a la destrucción; pero todos concuerdan en lanzar sobre los pastores la más amarga condenación. Los pastores infieles profetizaron cosas halagüeñas; indujeron a sus oyentes a menospreciar la ley de Dios y a perseguir a los que querían santificarla. Ahora, en su desesperación, estos maestros confiesan ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furor. «¡Estamos perdidos! –exclaman- y ustedes son la causa de nuestra perdición»; y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra ellos las más terribles maldiciones. Las mismas manos que los coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora para matar a sus enemigos. Por todas partes hay luchas y derramamiento de sangre.- El conflicto de los siglos, cap. 42, pp. 636-638.
09-La resurrección de los justos
2017-12-09 - Adultos
«El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero». 1 Tesalonicenses 4: 16
LOS QUE HABRÍAN QUERIDO matar a Cristo y a su pueblo fiel son ahora testigos de la gloria que descansa sobre ellos. [...]
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: «¡Despierten, despierten, despierten los que duermen en el polvo, y levántense!». Por toda la superficie de la tierra los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando: «¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?» (1 Cor. 15: 55). Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.
Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, deporte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores. En este aspecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de la eterna juventud.
Al principio, el ser humano fue creado a la semejanza de Dios, no solo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. Él transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, perdido desde hace tanto tiempo en el Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en «la hermosura del Señor nuestro Dios» (Sal. 90: 17, JBS), reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con dichosa anticipación, pero jamás enteramente comprendida!- El conflicto de los siglos, cap. 41, p. 627.
10-La transformación de los justos vivos
2017-12-10 - Adultos
«Luego nosotros, los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire». 1 Tesalonicenses 4: 17
LOS JUSTOS VIVOS son transformados «en un momento, en un abrir y cerrar de ojos». A la voz de Dios fueron glorificados; ahora son hechos inmortales, y juntamente con los santos resucitados son arrebatados para recibir a Cristo su Señor en los aires. Los ángeles «juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro» (Mat. 24:31). Santos ángeles llevan niñitos a los brazos de sus madres. Amigos, a quienes la muerte tenía separados desde largo tiempo, se reúnen para no separarse más, y con cantos de alegría suben juntos a la ciudad de Dios.
En cada lado del carro celestial hay alas, y debajo de ellas, ruedas vivientes; y mientras el carro asciende las ruedas gritan: «¡Santo!» y las alas, al moverse, gritan: «¡Santo!» y el cortejo de los ángeles exclama: «¡Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso!» Y los redimidos exclaman: «¡Aleluya!» mientras el carro avanza hacia la nueva Jerusalén.
Antes de entrar en la ciudad de Dios, el Salvador les entrega a sus discípulos los emblemas de la victoria, y los cubre con las insignias de su dignidad real. Las huestes resplandecientes son dispuestas en forma de un cuadrado en derredor de su Rey, cuya majestuosa estatura sobrepasa en mucho a la de los santos y de los ángeles, y cuyo rostro irradia amor benigno sobre ellos. De un cabo a otro de la innumerable hueste de los redimidos, toda mirada está fija en él, todo ojo contempla la gloria de Aquel que fue «tan desfigurado, que apenas parecía un ser humano, y por su aspecto, no se veía como un hombre» (Isa.52: 14, NTV).
Sobre la cabeza de los vencedores, Jesús coloca con su propia diestra la corona de gloria. Cada cual recibe una corona que lleva su propio «nombre nuevo» (Apoc. 2: 17), y la inscripción: «Santidad a Jehová». A todos se les pone en la mano la palma de la victoria y el arpa brillante. Luego de que los ángeles al mando dan la nota, todas las manos tocan con maestría las cuerdas de las arpas, produciendo dulce música en ricos y melodiosos acordes. Dicha indecible estremece todos los corazones, y cada voz se eleva en alabanzas de agradecimiento. «Al que nos ama y que por su sangre nos ha librado de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes al servicio de Dios su Padre, ¡a él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos!» (Apoc. 1:5-6, NVI).- El conflicto de los siglos, cap. 41, p. 628.
11-La restauración de Adán
2017-12-11 - Adultos
«El total de los días que Adán vivió fue de novecientos treinta años, y murió». Génesis 5: 5, BA
CUANDO SE DA la bienvenida a los redimidos en la ciudad de Dios, un grito triunfante de admiración llena los aires. Los dos Adanes están a punto de encontrarse. El Hijo de Dios está en pie con los brazos extendidos para recibir al padre de nuestra raza; al ser que él creó, que pecó contra su Hacedor, y por cuyo pecado el Salvador lleva las señales de la crucifixión. Al distinguir Adán las cruentas señales de los clavos, no se echa en los brazos de su Señor, sino que se postra humildemente a sus pies, exclamando: «¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado!» El Salvador lo levanta con ternura, y lo invita a contemplar nuevamente la morada edénica de la cual ha estado desterrado durante tanto tiempo.
Después de su expulsión del Edén, la vida de Adán en la tierra estuvo llena de pesar. Cada hoja marchita, cada víctima ofrecida en sacrificio, cada decoloración en el hermoso aspecto de la naturaleza, cada mancha en la pureza de la humanidad, le volvían a recordar su pecado. Terrible fue la agonía del remordimiento cuando notó que aumentaba la iniquidad, y que en contestación a sus advertencias, se le tachaba de ser él mismo causa del pecado. Con paciencia y humildad soportó, durante cerca de mil años, el castigo de su transgresión. Se arrepintió sinceramente de su pecado y confió en los méritos del Salvador prometido, y murió en la esperanza de la resurrección. El Hijo de Dios reparó la culpa y caída de la humanidad, y ahora, merced a la obra de propiciación, Adán es restablecido a su primitiva soberanía.
Extasiado de dicha, contempla los árboles que hicieron una vez su delicia, los mismos árboles cuyos frutos recogió en los días de su inocencia y dicha. Ve las vides que sus propias manos cultivaron, las mismas flores que se gozaba en cuidar en otros tiempos. Su espíritu abarca toda la escena; comprende que este es en verdad el Edén restaurado y que es mucho más hermoso ahora que cuando él fue expulsado. El Salvador lo lleva al árbol de la vida, toma su fruto glorioso y se lo ofrece para comer. Adán mira a su alrededor y nota a una multitud de los redimidos de su familia que Se encuentra en el paraíso de Dios. Entonces, arroja su brillante corona a los pies de Jesús, y, cayendo sobre su pecho, abraza al Redentor. Toca luego el arpa de oro, y por las bóvedas del cielo repercute el canto triunfal: «¡Digno, digno, digno es el Cordero, que fue inmolado y volvió a vivir!». La familia de Adán repite los acordes y arroja sus coronas a los pies del Salvador, inclinándose ante él en adoración.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 629-630.
12-Los ciento cuarenta y cuatro mil
2017-12-12 - Adultos
«Después miré, y vi que el Cordero estaba de pie sobre el monte de Sion, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de él y el de su Padre escrito en la frente». Apocalipsis 14: 1
DELANTE DEL TRONO, sobre el mar de cristal -ese mar de vidrio que parece revuelto con fuego por lo mucho que resplandece con la gloria de Dios- se halla reunido el grupo de los que salieron victoriosos de «la marca o el nombre de la bestia o el número de su nombre» (Apoc. 13: 17). Con el Cordero en el monte de Sion, sosteniendo «las arpas de Dios», están en pie los ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre la humanidad; se oye una voz, como el estruendo de muchas aguas y como el estruendo de un gran trueno, «la voz [...] de arpistas que tocaban sus arpas». Cantan «un cántico nuevo» delante del trono, un cántico que nadie podía aprender sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil. Es el cántico de Moisés y del Cordero, un canto de liberación.
Ninguno, sino los ciento cuarenta y cuatro mil pueden aprender aquel cántico, pues es el cántico de su experiencia, una experiencia que ningún otro grupo ha conocido jamás. «Son los que siguen al Cordero por dondequiera que va». Habiendo sido trasladados de la tierra, de entre los vivos, son contados por «primicias para Dios y para el Cordero» (Apoc. 15:2, 3; 14:1-5). «Estos son los que han salido de la gran tribulación»; han pasado por el tiempo de angustia cual nunca ha sido desde que ha habido nación; han sentido la angustia del tiempo de la aflicción de Jacob; han estado sin intercesor durante el derramamiento final de los juicios de Dios. Pero han sido librados, pues «han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero». «En sus bocas no fue hallada mentira, pues son sin mancha» delante de Dios». «Por eso están delante del trono de Dios y lo sirven día y noche en su templo. El que está sentado sobre el trono extenderá su tienda junto a ellos» (Apoc. 7: 14-15; 14:5). Han visto la tierra asolada con hambre y pestilencia, al sol que tenía el poder de quemar a los hombres con un intenso calor, y ellos mismos han soportado padecimientos, hambre y sed. Pero «no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apoc. 7:16-17). [...]
Por su propia dolorosa experiencia conocieron los males del pecado, su poder, la culpabilidad que entraña y su maldición; y lo miran con horror.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 630-631.
13-El gozo de los herederos de Dios
2017-12-13 - Adultos
«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso, justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos». Apocalipsis 15: 3
LOS HEREDEROS DE DIOS han venido de buhardillas, chozas, cárceles, cadalsos, montañas, desiertos, cuevas de la tierra, y de las cavernas del mar. En la tierra fueron «pobres, angustiados, maltratados» (Heb. 11:37). Millones bajaron a la tumba cargados de infamia, porque se negaron terminantemente a ceder a las pretensiones engañosas de Satanás. Los tribunales humanos los sentenciaron como a los más viles criminales. Pero ahora «Dios es el juez» (Sal. 50: 6). Ahora los fallos de la tierra son revertidos. «Quitará para siempre los insultos y las burlas contra su tierra y su pueblo» (Isa. 25: 8, NTV). «Y los llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Jehová». Él ha dispuesto «esplendor en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado» (Isa. 62: 12; 61: 3). Ya no seguirán siendo débiles, afligidos, dispersos y oprimidos. De aquí en adelante estarán siempre con el Señor. Están ante el trono, más ricamente vestidos que jamás lo fueron los personajes más honrados de la tierra. Están coronados con diademas más gloriosas que las que jamás ciñeron los monarcas de la tierra. Pasaron para siempre los días de sufrimiento y llanto. El Rey de gloria ha secado las lágrimas de todos los semblantes; toda causa de pesar ha sido alejada. Mientras agitan las palmas, dejan oír un canto de alabanza, claro, dulce y armonioso; cada voz se une a la melodía, hasta que entre las bóvedas del cielo repercute el clamor: «¡La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero!». «¡Amén! La bendición, la gloria, la sabiduría, la acción de gracias, la honra, el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos» (Apoc. 7: 10, 12).
En esta vida, podemos apenas empezar a comprender el tema maravilloso de la redención. Con nuestra inteligencia limitada podemos considerar con todo fervor la vergüenza y la gloria, la vida y la muerte, la justicia y la misericordia que se tocan en la cruz; pero ni con todas nuestras capacidades mentales juntas llegamos a comprender todo su significado. La largura y anchura, la profundidad y altura del amor redentor se comprenden tan solo superficialmente.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 631-632.
14-Un tema de estudio para toda la eternidad
2017-12-14 - Adultos
«Y esta es la vida eterna que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado». Juan 17: 3
EL PLAN DE LA REDENCIÓN no se entenderá por completo ni siquiera cuando los rescatados vean cómo serán vistos ellos mismos y conozcan cómo serán conocidos; pero a través de las edades sin fin, nuevas verdades se desplegarán continuamente ante la mente admirada y deleitada. Aunque las aflicciones, las penas y las tentaciones terrenales hayan concluido, y aunque la causa de ellas haya sido suprimida, el pueblo de Dios tendrá siempre un conocimiento claro e inteligente de lo que costó su salvación.
La cruz de Cristo será la ciencia y el canto de los redimidos durante toda la eternidad. En el Cristo glorificado, contemplarán al Cristo crucificado. Nunca olvidarán que Aquel cuyo poder creó los mundos innumerables y los sostiene a través de la inmensidad del espacio, el Amado de Dios, la Majestad del cielo, Aquel a quien los querubines y los Serafines resplandecientes se deleitan en adorar, que se humilló para levantar al ser humano caído; que llevó la culpa y el oprobio del pecado, y sintió el ocultamiento del rostro de su Padre, hasta que la maldición de un mundo perdido quebrantó su corazón y le arrancó la vida en la cruz del Calvario. El hecho de que el Hacedor de todos los mundos, el Árbitro de todos los destinos, dejara su gloria y se humillara por amoral ser humano, despertará eternamente la admiración y adoración del universo. Cuando las naciones de los salvos miren a su Redentor y vean la gloria eterna del Padre brillar en su rostro; cuando contemplen su trono, que es desde la eternidad hasta la eternidad, y sepan que su reino no tendrá fin, entonces prorrumpirán en un cántico de júbilo: «¡Digno, digno es el Cordero que fue inmolado, y nos ha redimido para Dios con su propia preciosísima sangre!»
El misterio de la cruz explica todos los demás misterios. A la luz que irradia del Calvario, los atributos de Dios que nos llenaban de temor respetuoso nos resultan hermosos y atractivos. Se ve que la misericordia, la compasión y el amor paternal se unen a la santidad, la justicia y el poder. Al mismo tiempo que contemplamos la majestad de su trono, tan grande y elevado, vemos su carácter en sus manifestaciones misericordiosas y comprendemos, como nunca antes, el significado del apelativo conmovedor: «Padre nuestro» (Mat. 6:9).
Quedará claro que Aquel cuya sabiduría es infinita no habría podido idear otro plan para salvarnos que el del sacrificio de su Hijo. [...] El resultado de la lucha del Salvador contra las potestades de las tinieblas es la dicha de los redimidos, la cual contribuirá a la gloria de Dios durante toda la eternidad.- El conflicto de los siglos, cap. 41, pp. 632-633.
15-Se revelan las intervenciones angélicas
2017-12-15 - Adultos
«¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?». Hebreos 1: 14
ENTONCES SE ABRIRÁ a nuestro entendimiento el desarrollo del gran conflicto que se originó antes de que empezara el tiempo y que no acabará hasta que el tiempo llegue a su fin. Veremos cómo se inició el pecado; aquel fatal engaño y su perversa obra; así como la historia de la verdad que, sin desviarse de lo recto, se ha enfrentado al error y lo ha vencido. Será descorrido el velo que se interpone entre el mundo visible y el invisible y se revelarán verdades maravillosas.
Solo cuando sean reveladas a la luz de la eternidad las providencias de Dios, comprenderemos lo mucho que le debemos al cuidado y la intercesión de sus ángeles. Los seres celestiales han desempeñado una parte activa en los asuntos humanos. Han aparecido con ropajes tan brillantes como el relámpago; se han presentado como seres humanos bajo la apariencia de viajeros. Han aceptado la hospitalidad ofrecida por hogares terrenales; han actuado como guías de viajeros extraviados. Han frustrado el propósito del ladrón y han desviado el golpe del destructor.
Aunque los gobernantes de este mundo lo ignoren, los ángeles han hablado en sus asambleas; los han contemplado los ojos humanos; los oídos humanos han escuchado sus indicaciones; en tribunales y cortes de justicia, los mensajeros celestiales han defendido la causa de los perseguidos y oprimidos; han desbaratado propósitos y detenido males que habrían causado oprobio y sufrimiento a los hijos de Dios. Todo esto será revelado a los alumnos de la escuela del cielo.
Los redimidos comprenderán lo realizado por los ángeles en favor de ellos. ¡Qué gratificante será poder conversar con el ángel que nos cuidó desde el primer día de nuestra vida, que nos guió y que nos protegió en medio del peligro; ese ángel que cruzó a nuestro lado el «valle de sombra de muerte», que indicó cuál sería nuestra tumba, ese que fue el primero en saludarnos en la mañana de la resurrección! ¡Cuán grato será conocer de sus propios labios la manera en que Dios intervino en nuestra vida personal y cómo el cielo cooperó en todo lo que era de beneficio para los seres humanos!
Entonces nos serán aclaradas todas nuestras dudas. Donde a nosotros nos había parecido ver solamente confusión y desilusión, objetivos no alcanzados y planes frustrados, veremos un propósito grandioso, providencial y victorioso; y que todo estaba en armonía con la voluntad divina.- La educación, cap. 35, pp. 273-274.
16-El encarcelamiento de Satanás
2017-12-16 - Adultos
«Sujetó al dragón, a aquella serpiente antigua que es el diablo y Satanás, y lo encadenó por mil años». Apocalipsis 20: 2, NVI
EL AUTOR DEL APOCALIPSIS predice el destierro de Satanás y el estado caótico y de desolación a que será reducida la tierra; y declara que este estado de cosas subsistirá durante mil años. Después de descritas las escenas de la segunda venida del Señor y la destrucción de los impíos, la profecía prosigue: «Vi un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. Prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Lo arrojó al abismo, lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañara más a las naciones hasta que fueran cumplidos mil años. Después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo» (Apoc. 20: 1-3).
Según se desprende de otros pasajes bíblicos, la expresión «abismo» se refiere a la tierra en estado de confusión y tinieblas. [...]
Es aquí donde, con sus ángeles malos, Satanás hará su morada durante mil años. Limitado a la tierra, no podrá ir a otros mundos para tentar e incomodar a los que nunca cayeron. En este sentido es cómo está atado: no queda nadie en quien pueda ejercer su poder. Le es del todo imposible seguir en la obra de engaño y ruina que durante tantos siglos fue su único deleite. [...]
Durante seis mil años, la obra de rebelión de Satanás «hizo temblar la tierra» (Hab. 3:6, NBLH). Él «convirtió el mundo en un desierto, que destruía sus ciudades y que a sus prisioneros nunca les abrió la cárcel» (Isa. 14: 17, RVA15). Durante seis mil años, su prisión [la tumba] ha recibido al pueblo de Dios, y lo habría tenido cautivo para siempre si Cristo no hubiera roto sus cadenas y libertado a los que tenía presos. [...]
Durante mil años, Satanás andará errante de un lado a otro en la tierra desolada, analizando los resultados de su rebelión contra la ley de Dios. Todo este tiempo padece intensamente. Desde su caída, su vida de actividad continua sofocó en él la reflexión; pero ahora, despojado de su poder, no puede menos que contemplar el papel que desempeñó desde que se rebeló por primera vez contra el gobierno del cielo, mientras que, tembloroso y aterrorizado, espera el terrible porvenir en que habrá de expiar todo el mal que ha hecho y ser castigado por los pecados que ha hecho cometer.- El conflicto de los siglos, cap. 42, pp. 640-641.
17-La tarea de los redimidos durante el milenio
2017-12-17 - Adultos
«Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar». Apocalipsis 20: 4
PARA EL PUEBLO de Dios, el cautiverio en que se verá Satanás será motivo de satisfacción y alegría. El profeta dice: «Cuando el Señor los haga descansar de su sufrimiento, de su tormento [...]» (Isa. 14: 3, NVI).
Durante los mil años que transcurrirán entre la primera resurrección y la segunda, se verificará el juicio de los impíos. El apóstol Pablo señala este juicio como un acontecimiento que sigue al segundo advenimiento. «No juzguen nada antes de tiempo; esperen hasta que venga el Señor. El sacará a la luz lo que está oculto en la oscuridad y pondrá al descubierto las intenciones de cada corazón» (1 Cor. 4: 5, NVI). Daniel declara que cuando vino el Anciano de días, «se hizo justicia a los santos del Altísimo» (Dan.7:22). En ese entonces reinarán los justos como reyes y sacerdotes de Dios. Juan dice en el Apocalipsis: «Vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar [...] Serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años» (Apoc. 20: 4, 6). Entonces será cuando, como está predicho por Pablo, «los santos han de juzgar al mundo» (1 Cor. 6:2). Junto con Cristo juzgan a los impíos, comparando sus actos con el libro de la ley, la Biblia, y fallando cada caso en conformidad con los actos que cometieron por medio de su cuerpo. Entonces lo que los malos tienen que sufrir es medido según sus obras, y queda anotado frente a sus nombres en el libro de la muerte.
También Satanás y los ángeles malos son juzgados por Cristo y su pueblo. Pablo dice: «¿No saben que aun a los ángeles los juzgaremos?» (vers. 3, NVI). Y Judas declara que «a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propio hogar, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día» (Judas 6).
Al fin de los mil años vendrá la segunda resurrección. Entonces los impíos serán resucitados, y comparecerán ante Dios para la ejecución del «juicio decretado». Así el escritor del Apocalipsis, después de haber descrito la resurrección de los justos, dice: «Los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años» (Apoc. 20: 5). E Isaías declara en relación con los impíos: «Serán amontonados en un pozo, como prisioneros entre rejas, y después de muchos días se les castigará» (Isa. 24:22, NVI).- El conflicto de los siglos, cap. 42, pp. 641, 642.
18-Las filas de los redimidos
2017-12-18 - Adultos
«Vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo». Apocalipsis 20: 11
AL FINAL DE LOS MIL AÑOS, Cristo regresa otra vez a la tierra. Lo acompaña la hueste de los redimidos, y le sigue una comitiva de ángeles. Al descender en impresionante majestad, les ordena a los muertos impíos que resuciten para recibir Su condenación. Se levanta su gran ejército, innumerable como la arena del mar. ¡Qué contraste entre ellos y los que resucitaron en la primera resurrección! Los justos estaban revestidos de juventud y belleza inmortales. Los impíos llevan las huellas de la enfermedad y de la muerte. [...]
La nueva Jerusalén, descendiendo del cielo en su deslumbrante esplendor, se asienta en el lugar purificado y preparado para recibirla, y Cristo, su pueblo y los ángeles, entran en la santa ciudad. [...]
Entonces Cristo reaparece a la vista de sus enemigos. Muy por encima de la ciudad, sobre un fundamento de oro refulgente, hay un trono alto y encumbrado. En el trono está sentado el Hijo de Dios, y a su alrededor están los súbditos de su reino. Ningún idioma, ninguna pluma pueden expresar ni describir el poder y la majestad de Cristo. La gloria del Padre Eterno envuelve a su Hijo. El esplendor de su presencia llena la ciudad de Dios, rebosando más allá de las puertas e inundando toda la tierra con su brillo.
Adyacentes al trono se encuentran los que fueron alguna vez celosos en la causa de Satanás, pero que, cual tizones arrancados del fuego, siguieron luego a su Salvador con profunda e intensa devoción. Vienen después los que perfeccionaron su carácter cristiano en medio de la mentira y de la incredulidad, los que honraron la ley de Dios cuando el mundo cristiano la declaró abolida, y los millones de todas las edades que fueron martirizados por su fe. Y más allá está la «gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas [...] delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas y con palmas en sus manos» (Apoc. 7: 9). Su lucha terminó; ganaron la victoria. Disputaron el premio de la carrera y lo alcanzaron. La palma que llevan en la mano es símbolo de su triunfo, la vestidura blanca, emblema de la justicia perfecta de Cristo que es ahora de ellos.- El conflicto de los siglos, cap. 43, pp. 643-646.
19-La purificación de la tierra
2017-12-19 - Adultos
«Y el diablo, que los engañaba, fue lanzado en el lago de fuego y azufre donde estaban la bestia y el falso profeta». Apocalipsis 20: 10
PARA NUESTRO DIOS misericordioso, el acto del castigo es un acto extraño. «Tan cierto como que yo vivo -afirma el Señor omnipotente—, que no me alegro con la muerte del malvado, sino con que se convierta de su mala conducta y viva» (Eze.33: 1, NVI) [...] Aunque no se deleita en la venganza, ejecutará su juicio contra los transgresores de su ley.- Patriarcas y profetas, cap. 61, p. 616.
Dios hace descender fuego del cielo. La tierra está conmocionada. Salen a relucir las armas escondidas en sus profundidades. Llamas devoradoras se escapan por todas partes de grietas amenazantes. Hasta las rocas están ardiendo. Ha llegado el día que arderá como horno. Los elementos se disuelven con calor abrasador, la tierra también y las obras que hay en ella están abrasadas (Mall. 4:2; 2 Ped. 3:10). La superficie de la tierra parece una masa fundida, un inmenso lago de fuego hirviente. Es la hora del juicio y perdición de los impíos [...].
Los impíos reciben su recompensa en la tierra (Prov. 11:31). «Serán estopa; aquel día que vendrá, los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Mall. 4: 1, RV60). Algunos son destruidos en un instante, mientras que otros sufren varios días. Todos son castigados «según lo que merezcan sus obras» (Rom. 2: 6). Al haber sido cargados sobre Satanás los pecados de los justos, le toca sufrir, no solo por su propia rebelión, sino también por todos los pecados que hizo cometer al pueblo de Dios. Su castigo debe ser mucho mayor que el de aquellos a quienes engañó. Después de perecer todos los que cayeron por sus seducciones, el diablo tiene que seguir viviendo y sufriendo. En las llamas purificadoras quedan por fin destruidos los impíos de raíz y de rama: Satanás la raíz, sus secuaces las ramas. La penalidad completa de la ley ha sido aplicada; las exigencias de la justicia han sido satisfechas; y el cielo y la tierra al contemplarlo, proclaman la justicia de Jehová.
La obra de destrucción de Satanás ha terminado para siempre. Durante seis mil años obró a su gusto, llenando la tierra de dolor y causando penas por todo el universo. Toda la creación gimió y sufrió en angustia. Ahora las criaturas de Dios han sido libradas para siempre de su presencia y de sus tentaciones. [...]
Mientras la tierra estaba envuelta en el fuego de la destrucción, los justos vivían seguros en la ciudad santa. La segunda muerte no tiene poder sobre los que tuvieron parte en la primera resurrección. Mientras Dios es para los impíos fuego devorador, para su pueblo es un sol y un escudo (Apoc. 20: 6; Sal. 84: 11).- El conflicto de los siglos, cap. 43, pp. 652-653.
20-El Edén restaurado
2017-12-20 - Adultos
«Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían pasado». Apocalipsis 21: 1
EL HUERTO DEL EDÉN permaneció en la tierra mucho tiempo después de que el ser humano fue expulsado de sus agradables senderos. Durante mucho tiempo se le permitió a la raza caída contemplar de lejos el hogar de la inocencia, cuya entrada estaba resguardada por los ángeles vigilantes. En la puerta del paraíso, custodiada por querubines, se revelaba la gloria divina. Allí iban Adán y sus hijos a adorar a Dios. Allí renovaban sus votos de obediencia a aquella ley cuya transgresión los había arrojado del Edén. Cuando la ola de iniquidad cubrió al mundo, y la maldad de la humanidad trajo destrucción por medio del diluvio, la mano que había plantado el Edén lo quitó de la tierra. Pero en la restitución final, cuando haya «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Apoc. 21: 1), ha de ser restaurado con una belleza más gloriosa que la original.
Entonces, los que hayan guardado los mandamientos de Dios, respirarán llenos de vigor inmortal bajo el árbol de la vida; y a través de las edades sin fin los habitantes de los mundos sin pecado contemplarán en aquel huerto de delicias un modelo de la perfecta obra de la creación de Dios, libre de la maldición del pecado, una muestra de lo que el planeta habría llegado a ser si el ser humano hubiera cumplido el glorioso plan de Dios. [...]
No puede haber dolor en la atmósfera del cielo. En el hogar de los redimidos no habrá lágrimas, ni cortejos fúnebres, ni indicios de dolor. «No dirá el morador: “Estoy enfermo" Al pueblo que more en ella, le será perdonada la iniquidad» (Isa. 33:24). Nos invadirá una excelsa felicidad que irá en ascenso a medida que transcurra la eternidad.
Llegó el momento que el pueblo de Dios tanto esperó desde que la espada encendida que se revolvía por todos lados cerró el paso de la primera pareja al Edén; el momento de la «redención de la posesión adquirida» (Efe. 1: 14). La tierra, dada originalmente a la humanidad para que fuera su reino, entregada por la misma humanidad en las manos de Satanás, y secuestrada durante mucho tiempo por el poderoso enemigo, ha sido recuperada gracias al bendito plan de la redención. Todo lo que se perdió por culpa del pecado, ha sido restaurado. [...] El propósito original de Dios para con la tierra se ha cumplido, al convertirse ahora en la morada eterna de los redimidos.- La maravillosa gracia de Dios, pp. 360-36l.
21-Mansiones para los redimidos
2017-12-21 - Adultos
«En la casa de mi Padre muchas moradas hay: si así no fuera, yo os lo hubiera dicho». Juan 14: 2
AL PAGAR EL RESCATE mediante su sacrificio, Cristo no solo redimiría a la humanidad, sino que recuperaría el dominio que este había perdido. El segundo Adán recuperaría todo lo que el primero había perdido. El profeta dijo: «Y tú, Torre del Rebaño, colina fortificada de la ciudad de Sion: a ti Volverá tu antiguo poderío» (Miq. 4: 8). Y el apóstol Pablo dirige nuestras miradas hacia la «redención de la posesión adquirida» (Efe. 1: 14). Dios creó la tierra para que fuera la morada de seres santos y felices. El Señor «que formó la tierra, el que la hizo y la compuso. No la creó en vano, sino para que fuera habitada la creó» (Isa.45: 18). Ese propósito se cumplirá cuando sea renovada mediante el poder de Dios y liberada del pecado y el dolor. Entonces se convertirá en la morada eterna de los redimidos.
El temor de hacer aparecer la futura herencia de los santos como algo demasiado material ha inducido a muchos a espiritualizar aquellas verdades que nos hacen considerar la tierra como nuestra morada. Cristo aseguró a sus discípulos que iba a preparar mansiones para ellos en la casa de su Padre. Los que aceptan las enseñanzas de la Palabra de Dios no ignorarán por completo lo que se refiere a la patria celestial. Lo cierto es que «cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» (1 Cor. 2:9). El lenguaje humano no alcanza a describir la recompensa de los justos. Únicamente la conocerán quienes la contemplen. Ninguna inteligencia limitada puede comprender la gloria del paraíso de Dios.
En la Biblia se da el nombre de patria a la herencia de los bienaventurados (Heb. 11:14-16). Allí el divino Pastor conduce a su rebaño a los manantiales de aguas vivas. El árbol de vida da su fruto cada mes, y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. Allí hay corrientes que manan eternamente, claras como el cristal, al lado de las cuales se mecen árboles que echan su sombra sobre los senderos preparados para los redimidos del Señor. Allí las vastas llanuras alternan con bellísimas colinas y las montañas de Dios elevan sus majestuosas cumbres. En aquellas pacíficas llanuras, al borde de aquellas corrientes vivas, es donde el pueblo de Dios que por tanto tiempo anduvo peregrino y errante, encontrará un hogar. [...]
Todo el amor paterno que se haya transmitido de generación a generación por medio de los corazones humanos, todos los manantiales de ternura que se hayan abierto en las almas de los seres humanos, son tan solo como una gota del ilimitado océano, cuando se comparan con el amor infinito e inagotable de Dios.- Review and Herald, 22 de octubre de 1908.
22-De visita en otros mundos
2017-12-22 - Adultos
«El Señor hizo las Pléyades y el Orión, convierte en aurora las densas tinieblas». Amós 5: 8, NVI
EL CIELO ES UN LUGAR AGRADABLE. Yo anhelo estar allí y contemplar a mi amado Jesús, que dio su vida por mí, y ser transformada a su gloriosa imagen. ¡Oh, quién me diera palabras para expresar la gloria del impresionante mundo venidero! Estoy sedienta de las vivas corrientes que alegran la ciudad de nuestro Dios.
El Señor me mostró en visión otros mundos. Me fueron dadas alas y un ángel me acompañó desde la ciudad a un lugar hermoso y glorioso. La hierba era de un verde vivo y las aves trinaban un dulce canto. Los moradores de aquel lugar eran de todas las estaturas; eran nobles, majestuosos y hermosos. Llevaban la manifiesta imagen de Jesús, y su semblante resplandecía de santo júbilo como expresión de la libertad y dicha que disfrutaban. Pregunté a uno de ellos por qué eran mucho más bellos que los habitantes de la tierra, y me respondió: «Hemos vivido en estricta obediencia a los mandamientos de Dios, y no incurrimos en desobediencia como los habitantes de la tierra».
Después vi dos árboles, de los cuales uno se parecía mucho al árbol de vida de la ciudad. El fruto de ambos era hermoso, pero no debían comer de uno de ellos. Hubieran podido comer de los dos, pero les estaba prohibido comer de uno. Entonces el ángel que me acompañaba me dijo: «Nadie ha probado aquí la fruta del árbol prohibido, y si de ella comieran, caerían». Después me transportaron a un mundo que tenía siete lunas, donde vi al anciano Enoc, que había sido trasladado. Llevaba en su brazo derecho una resplandeciente palma, en cada una de cuyas hojas se leía escrita la palabra: «Victoria». Ceñía sus sienes una brillante guirnalda blanca con hojas, en el centro de cada una de las cuales se leía: «Pureza». Alrededor de la guirnalda había piedras preciosas de diversos colores que resplandecían más vivamente que las estrellas y, reflejando su fulgor en las letras, las magnificaban. En la parte posterior de la cabeza llevaba un moño que sujetaba la guirnalda, y en él estaba escrita la palabra: «Santidad». Sobre la guirnalda ceñía Enoc, una corona más brillante que el sol. Le pregunté si aquel era el lugar adonde lo habían transportado desde la tierra. El me respondió: «No es este. Mi morada es la ciudad, solo he venido a visitar este lugar». Andaba por allí como si estuviera en casa. Supliqué a mi ángel acompañante que me dejara permanecer allí. No podía sufrir el pensamiento de volver a este tenebroso mundo. El ángel me dijo entonces: «Debes volver, y si eres fiel tendrás con los 144,000 el privilegio de visitar todos los mundos y ver la obra de las manos de Dios».- Primeros escritos, cap. 4, p. 62.
23-Oportunidades otorgadas por el Cielo
2017-12-23 - Adultos
«Abran las puertas, para que entre la nación justa que se mantiene fiel». Isaías 26:2, NVI
EN AQUEL DÍA «conoceré tal y como soy conocido» (1 Corintios 13:12). En aquel día padres y maestros descubrirán un uso más dulce y verdadero al amor y las misericordias que Dios ha implantado en el alma. La comunión pura con seres celestiales, la relación real y personal con los ángeles bienaventurados y los fieles de todas las épocas, el vínculo sagrado que une «toda familia en los cielos y en la tierra» (Efe. 3: 15), todo esto formará parte de las experiencias del más allá.
Habrá allí música y cánticos que, salvo en las visiones de Dios, ningún mortal ha oído, ni concebido ninguna mente. [...]
Se desarrollarán todas nuestras destrezas y nuestros talentos se multiplicarán. Se impulsarán los mayores proyectos, se lograrán las más elevadas aspiraciones y se harán realidad nuestros mayores anhelos. Allí se nos presentarán nuevas alturas a las cuales llegar, nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que conocer, nuevos objetivos que estimularán las facultades del cuerpo, la mente y el alma.
Todos los tesoros del universo estarán abiertos al estudio de los hijos de Dios. Entraremos con indescriptible deleite en el gozo y en la sabiduría de los seres no caídos. Compartiremos lo atesorado durante siglos y siglos en la contemplación de la obra de Dios. Y los años de la eternidad, a medida que transcurran, seguirán ofreciendo revelaciones más gloriosas. La espléndida generosidad de nuestro Dios siempre será «mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos» (Efe. 3:20).
«Sus siervos lo servirán» (Apoc. 22: 3) La vida en esta tierra es el comienzo de la vida en el cielo; la educación en la tierra no es más que una iniciación en los principios del cielo; la obra de la vida aquí es una preparación para la obra de la vida allá. Lo que somos ahora en carácter y servicio santo es un reflejo vivo de lo que seremos entonces. [...]
En el plan de salvación hay alturas y profundidades que la eternidad misma nunca podrá agotar, maravillas que los ángeles desearían escrutar. De todos los seres creados, únicamente los redimidos han conocido por experiencia el conflicto real con el pecado; han colaborado con Cristo y, cosa que ni los ángeles podrían hacer, han participado de sus sufrimientos. ¿Acaso no tendremos algún testimonio acerca de la ciencia de la redención, algo que sea de valor para los seres no caídos?- La educación, cap. 35, pp. 275-276.
24-Más allá del poder del mal
2017-12-24 - Adultos
«Cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman» 1 Corintios 2: 9
EL CIELO ES UNA ESCUELA; el campo de estudio, el universo; el maestro, el Omnisapiente. En el Edén se estableció una extensión de esa escuela y, una vez consumado el plan de redención, se reanudarán las clases en la escuela del Edén. [...]
Entre la escuela establecida al principio en el Edén y la escuela futura, se extiende todo el período de la historia de este mundo, de la historia de la transgresión y el sufrimiento humano, del sacrificio divino y de la victoria sobre la muerte y el pecado. La escuela del futuro será muy distinta a la escuela del Edén, pues en ella no habrá un árbol del conocimiento del bien y del mal cuya presencia abra las puertas a la tentación. No habrá un tentador ni injusticia. Los que estén allí habrán alcanzado la victoria sobre el mal y este ya no tendrá poder sobre ellos.
«Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del paraíso de Dios» (Apoc. 2: 7). El acceso al árbol de la vida en el Edén era condicional, y finalmente fue prohibido. En cambio, los dones de la vida futura son incondicionales y eternos. [...]
¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio cuando se descorra el velo que oscurece nuestra vista, y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual ahora tenemos apenas vislumbres por medio del microscopio! ¡Cuando contemplemos las glorias de los cielos que ahora solo podemos vislumbrar por medio del telescopio! ¡Cuando, borrada la mancha del pecado, toda la tierra aparezca en «la hermosura de Jehová» nuestro Dios! (Sal. 27: 4). Allí, el estudioso de la ciencia podrá contemplar a fondo la creación sin ni el más mínimo vestigio del mal. Escuchará las melodiosas voces de la naturaleza y no oirá ninguna nota de llanto ni grito de dolor. En todo lo creado encontrará nuevos conocimientos, en el vasto universo contemplará el nombre de Dios impreso en grandes caracteres, y ni en la tierra, ni en el mar, ni en el cielo quedará ningún vestigio del mal. [...]
No habrá nada que dañe ni destruya «en todo mi santo monte, dijo Jehová» (Isa. 65: 25, RV60). Allí el ser humano recobrará su dignidad real perdida y los seres inferiores reconocerán su supremacía; las fieras serán amansadas y los animales esquivos se volverán amistosos.- La educación, cap. 35, pp. 271-273.
25-La corona de la vida
2017-12-25 - Adultos
«¡Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de la vida!». Apocalipsis 2: 10
LOS QUE ESPERAN son los que serán coronados de gloria, honor e inmortalidad. No es necesario que hablemos de los honores del mundo, o de las alabanzas de los que el mundo considera grandes. Todo eso es vanidad. Si el dedo de Dios apenas los tocara, inmediatamente volverían de nuevo al polvo. Anhelemos el honor que es permanente, el honor que es inmortal, el honor que nunca perecerá. Esta corona es mucho más rica que cualquier corona que jamás haya adornado las sienes de un monarca.- Review and Herald, 17 de agosto de 1869.
Después vi un gran número de ángeles que traían de la ciudad brillantes coronas, una para cada santo, cuyo nombre estaba escrito en ella. A medida que Jesús pedía las coronas, los ángeles se las entregaban y con su propia mano el amable Jesús las colocaba sobre la cabeza de los santos. Asimismo los ángeles trajeron arpas y Jesús las entregó a los santos. Los directores de los ángeles comenzaban la nota del cántico que era luego entonado por todas las voces en agradecida y dichosa alabanza. Todas las manos pulsaban hábilmente las cuerdas del arpa y dejaban oír melodiosa música en fuertes y perfectos acordes. [...]
Dentro de la ciudad había todo lo que pudiera agradar a la vista. Por todas partes los redimidos contemplaban abundante gloria. Jesús miró a sus redimidos santos, cuyo semblante irradiaba satisfacción y, fijando en ellos sus ojos bondadosos, les dijo con voz tierna y melodiosa: «Contemplo el trabajo de mi espíritu, y estoy satisfecho. De ustedes es esta excelsa gloria para que la disfruten eternamente. Terminaron sus pesares. No habrá más muerte ni llanto ni tristeza ni dolor». [...]
Vi luego que Jesús conducía a su pueblo al árbol de la vida [...] El árbol de la vida daba hermosísimos frutos, de los que los santos podían comer libremente. En la ciudad había un trono brillante, del que manaba un puro río de agua de vida, clara como el cristal. A uno y a otro lado de ese río estaba el árbol de la vida, y en las márgenes había otros hermosos árboles que llevaban fruto bueno [...].
Las palabras son demasiado pobres para intentar una descripción del cielo. Siempre que se vuelve a presentar ante mi vista, el espectáculo me colma de admiración. Extasiada por el insuperable esplendor y la excelsa gloria, dejo caer la pluma exclamando: «¡Oh! ¡qué amor, qué maravilloso amor!». El lenguaje más sublime no alcanza para describir la gloria del cielo ni las incomparables profundidades del amor del Salvador.- Primeros escritos, cap. 69, pp. 347-348.
26-Los bordes rojos
2017-12-26 - Adultos
«El vencedor no sufrirá daño de la segunda muerte». Apocalipsis 2: 11
GUIADOS POR JESÚS, todos descendimos desde la ciudad hacia esta tierra, sobre un monte muy grande, que no pudo soportar a Jesús y se partió dando lugar a una enorme llanura. Luego miramos hacia arriba y vimos la gran ciudad, con doce fundamentos y con doce puertas, tres de cada lado, y con un ángel en cada puerta. Todos exclamamos: «Ya desciende la ciudad, la gran ciudad, ¡viene de Dios y del cielo!», y la ciudad descendió y se estableció sobre la llanura en la que nos encontrábamos. Luego comenzamos a contemplar las cosas gloriosas que había dentro de ella. Vi casas muy hermosas que parecían de plata, soportadas por cuatro columnas adornadas con perlas, algo muy hermoso a la vista, que debían ser habitadas por los santos y que tenían una repisa de oro. Vi a numerosos santos entrar en las casas, quitarse sus brillantes coronas y colocarlas en la repisa, y luego salir al campo que rodeaba las casas para hacer algo con la tierra; pero no era nada semejante a lo que hacemos con la tierra aquí. Una luz gloriosa brillaba alrededor de sus cabezas y alababan continuamente a Dios.
Vi además otro campo lleno de flores, y al cortarlas exclamé: «¡No se marchitarán!». Luego vi un campo de pasto alto, cuya contemplación causaba gran alegría; era de un verde intenso con reflejos plateados y dorados mientras ondeaba orgullosamente para gloria del Rey Jesús. Luego entramos en un campo lleno de toda clase de animales: leones, corderos, leopardos y lobos, todos juntos en perfecta armonía. Pasamos en medio de ellos y nos siguieron pacíficamente. Luego penetramos en un bosque que no era semejante a los bosques que conocemos aquí en la tierra, sino un lugar iluminado y lleno de gloria. Las ramas de los árboles se mecían, y todos exclamamos: «Habitarán en el desierto con seguridad y dormirán en los bosques» (Eze.34:25). Pasamos a través de los bosques porque íbamos camino al monte de Sion.
Durante nuestro recorrido nos encontramos con un grupo que también contemplaba las glorias del lugar. Noté que sus vestidos tenían una franjo roja en el borde, sus coronas eran brillantes y su ropa era de color blanco puro. Al saludarlos, le pregunté a Jesús quiénes eran. Contestó que eran mártires que habían muerto por él. Los acompañaba un grupo muy numeroso de niños, y también ellos tenían en sus vestidos un borde rojo.-Testimonios para la iglesia, t. 1, pp. 70-71.
27-Compartir la gloria de Jesús
2017-12-27 - Adultos
«Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado». Juan 17: 24
LA RESURRECCIÓN y la ascensión de nuestro Señor constituyen una evidencia segura del triunfo de los santos de Dios sobre la muerte y el sepulcro, y una garantía de que el cielo está abierto para quienes lavan las vestiduras de su carácter y las emblanquecen en la sangre del Cordero. Jesús ascendió al Padre como representante de la familia humana, y allí llevará Dios a los que reflejan su imagen para que contemplen su gloria y participen de ella con él.
Hay mansiones para los peregrinos de la tierra. Hay vestiduras, coronas de gloria y palmas de victoria para los justos. Todo lo que nos dejó confundidos en los dictámenes de Dios quedará aclarado en el mundo venidero. Las cosas difíciles de entender hallarán entonces su explicación. Los misterios de la gracia nos serán revelados. Donde nuestras mentes finitas discernían solamente confusión y promesas quebrantadas, veremos la más perfecta y hermosa armonía. Sabremos que el amor infinito ordenó los incidentes que nos parecieron más penosos. A medida que comprendamos el tierno cuidado de Aquel que hace que todas las cosas obren simultáneamente para nuestro bien, nos regocijaremos con gozo inexpresable y rebosante de gloria. [...]
Aún estamos en medio de las sombras y el torbellino de las actividades terrenales. Reflexionemos con entusiasmo en el bienaventurado más allá. Que nuestra fe penetre a través de toda nube de tinieblas, y contemplemos a Aquel que murió por los pecados del mundo. Abrió las puertas del paraíso para todos los que le reciban y crean en él. Les da la potestad de llegar a ser hijos e hijas de Dios. Permitamos que las aflicciones que tanto nos apenan y agravian sean lecciones instructivas que nos enseñen a avanzar hacia el blanco del premio de nuestra alta vocación en Cristo. Sintámonos alentados por el pensamiento de que el Señor vendrá pronto. Alegre nuestro corazón esta esperanza. «Porque aún un poco y el que ha de venir vendrá, y no tardará» (Heb. 10: 37). Bienaventurados son aquellos siervos que, cuando venga su Señor, sean hallados velando.
Vamos de vuelta al hogar. El que nos amó al punto de morir por nosotros, nos ha edificado una ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestro lugar de descanso. No habrá tristeza en la ciudad de Dios. Nunca más se oirá el llanto ni el lamento de las esperanzas destrozadas y de los afectos rotos.- Testimonios para la iglesia, t. 9, pp. 227-228.
28-Un cántico nuevo
2017-12-28 - Adultos
«Cantaban un cántico nuevo delante del trono y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos». Apocalipsis 14: 3
AQUEL, QUE HA DE VENIR dice: «¡Miren que vengo pronto! Traigo conmigo mi recompensa, y le pagaré a cada uno según lo que haya hecho» (Apoc. 22: 12,NVI). Toda buena obra realizada por el pueblo de Dios como fruto de su fe, tendrá su correspondiente recompensa. Como una estrella difiere de otra en su brillo, así los creyentes tendrán sus diferentes esferas asignadas en la vida futura. [...]
Entonces se registra la siguiente escena: «Después oí voces como el rumor de una inmensa multitud, como el estruendo de una catarata y como el retumbar de potentes truenos, que exclamaban: “¡Aleluya! Ya ha comenzado a reinar el Señor, nuestro Dios Todopoderoso”» (Apoc. 19:6, NVI). Cantan el cántico de Moisés y el cántico del Cordero.
Hemos de mantenernos cerca de nuestro gran Director, o seremos sorprendidos y perderemos de vista la providencia que preside sobre la iglesia, el mundo y cada individuo. Habrá profundos misterios en el trato divino. Podemos perder las pisadas de Dios y seguir nuestra propia confusión, diciendo: «Tus juicios no son conocidos». Pero si nuestro corazón es leal a Dios, llegará el día en el que comprenderemos todo.
Hay un día que pronto ha de amanecer en el que los misterios de Dios serán comprendidos, y todos sus caminos vindicados; en ese día la justicia, la misericordia y el amor serán los atributos de su trono. Cuando la guerra terrenal haya terminado, y los santos estén todos reunidos en el hogar, nuestro primer tema será el cántico de Moisés, el siervo de Dios. El segundo tema será el cántico del Cordero, el cántico de gracia y redención. Este canto será más alto, y se entonará en estrofas más sublimes, resonando por los atrios celestiales. Entonces se entonará el cántico de la providencia de Dios, el cual conecta las diversas dispensaciones; porque todo se ve ahora sin que haya un velo entre lo legal, lo profético y el evangelio. La historia de la iglesia en la tierra y la iglesia redimida en el cielo gira en torno a la cruz del Calvario. Este es el tema y es el canto: Cristo el todo y en todo; en antífonas y alabanzas que resuenan por los cielos entonadas por millares y por diez mil veces diez mil, y una innumerable multitud de la hueste de los redimidos. Todos se unen en este cántico de Moisés y del Cordero. Es un cántico nuevo, porque nunca antes se ha entonado en el cielo.- Testimonios para los ministros, cap. 16, pp. 437-440.
29-Vislumbres de la gloria
2017-12-29 - Adultos
«Vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona». Apocalipsis 3: 11
SI LA IGLESIA estuviera dispuesta a vestirse con la justicia de Cristo, apartándose de toda obediencia al mundo, se presentaría ante ella el amanecer de un brillante y glorioso día. La promesa que Dios le hizo permanecerá firme para siempre. La hará una gloria eterna, un regocijo para muchas generaciones. La verdad, pasando por alto a los que la desprecian y rechazan, triunfará. Aunque a veces ha parecido sufrir retrasos, su progreso nunca se ha detenido. Cuando el mensaje de Dios lucha con oposición, él le suministra fuerza adicional, para que pueda ejercer mayor influencia. Dotado de energía divina, podrá abrirse camino a través de las barreras más fuertes, y triunfar sobre todo obstáculo.
¿Qué sostuvo al Hijo de Dios en su vida de pruebas y sacrificios? Vio los resultados del trabajo de su alma. Mirando hacia la eternidad, contempló la felicidad de los que por su humillación obtuvieron el perdón y la vida eterna. Su oído captó la aclamación de los redimidos. Oyó a los rescatados entonar el cántico de Moisés y del Cordero.
Podemos tener una visión del futuro, de la bienaventuranza en el cielo. En la Biblia se revelan visiones de la gloria futura, escenas bosquejadas por la mano de Dios, las cuales son muy estimadas por su iglesia. Por la fe podemos estar en el umbral de la ciudad eterna, y escuchar la bondadosa bienvenida dada a los que en esta vida cooperaron con Cristo, considerándose honrados al sufrir por su causa. Cuando se expresen las palabras: «Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre» (Mat. 25:34, DHIH) pondrán sus coronas a los pies del Redentor, exclamando: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza. [...] Al que está sentado en el trono y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos» (Apoc. 5:12-13).
Allí los redimidos darán la bienvenida a los que los condujeron al Salvador, y todos se unirán para alabar al que murió para que los seres humanos pudieran tener la vida que se mide con la de Dios. El conflicto terminó. La tribulación y la lucha quedaron en el pasado. Himnos de victoria llenan todo el cielo al elevar los redimidos el gozoso cántico: «Digno, digno es el Cordero que fue sacrificado, y que vive nuevamente como conquistador triunfante».- Los hechos de los apóstoles, cap. 58, pp. 446-447.
30-El cielo comienza en el corazón
2017-12-30 - Adultos
«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente». Mateo 22: 37
EL CIELO COMIENZA en el corazón, y cuando la mente se llena de las cosas del cielo, Cristo es más y más apreciado y llega a ser el más amado entre diez mil. Pero cuando se le permite a Satanás controlar la mente, sus atributos comienzan a manifestarse en el carácter de la persona bajo su control, y el pecador se va alejando cada vez más de Dios.
Si queremos ver el cielo allá, debemos tener el cielo aquí. Debemos tener el cielo en nuestros hogares, con nuestras familias acercándose a Dios por medio de Cristo. Cristo es el gran centro de atracción, y el hijo de Dios que se refugia en Cristo, se refugia en la vida de Dios. La oración es la vida del alma; es alimentarse de Cristo; es volver nuestros rostros hacia el sol de justicia. Y cuando volvemos nuestros rostros hacia él, él vuelve su rostro hacia nosotros. Él anhela darnos su divina gracia, y cuando nos acercamos a Dios con fe, se avivan nuestros poderes espirituales. No caminamos a ciegas ni nos quejamos de nuestra aridez espiritual. Al estudiar diligentemente y con oración la Palabra de Dios, podemos aplicar sus ricas promesas a nuestra vida, los ángeles se acercan a nuestro lado y el enemigo con sus muchos engaños tiene que retirarse.
La oración es la fortaleza del alma y, aun así, ha sido tristemente descuidada. Por medio de la oración sencilla, sincera y contrita, nuestra mente crea una fuerte conexión con el cielo. No hay otro medio divino por el cual la oración pueda ser sustituida, y mediante el cual podamos preservar mejor la pureza de nuestro espíritu. La oración pone el alma en contacto inmediato con la fuente de vida, y fortalece la fibra muscular de nuestra experiencia religiosa, ya que nos obliga a vivir por fe, con la mirada en aquello que nos es invisible. Descuidemos la práctica de la oración, o releguémosla a un segundo plano orando solo de vez en cuando, cuando creamos conveniente, y perderemos nuestra conexión con Dios. La vida cristiana comenzará a secarse, y las facultades espirituales a perder su vitalidad. La experiencia religiosa carecerá de salud y vigor. Hay una marcada tendencia a sustituir la Palabra de Dios por escritos y mensajes humanos. [...]
Solo la gracia de Dios puede revitalizar y renovar el corazón. Las valiosas y veraces palabras de la profecía revelan a los que andan en busca de la verdad las riquezas de la gracia de Cristo.- Signs of the Times, 31 de julio de 1893.
31-El fin del gran conflicto
2017-12-31 - Adultos
«Que la gracia del Señor Jesús sea con todos. Amén». Apocalipsis 22: 21, NVI
EL PUEBLO DE DIOS tiene el privilegio de tener comunión directa con el Padre y el Hijo. [...]
Todos los tesoros del universo se ofrecerán al estudio de los redimidos de Dios. Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos; mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida. Con indescriptible dicha los hijos de la tierra participan del gozo y de la sabiduría de los seres que no cayeron. Comparten los tesoros de conocimientos e inteligencia adquiridos durante siglos y siglos en la contemplación de las obras de Dios. Con visión clara, consideran la magnificencia de la creación; soles, estrellas y sistemas planetarios que en el orden a ellos asignado rodean el trono de la Divinidad. El nombre del Creador se encuentra escrito en todas las cosas, desde las más pequeñas hasta las más grandes, y en todas ellas se ostenta la riqueza de su poder.
Y a medida que los años de la eternidad transcurran, traerán consigo revelaciones más ricas y gloriosas relacionadas con Dios y con Jesús. Así como el conocimiento es progresivo, así también el amor, la reverencia y la dicha irán en aumento. Cuanto más sepan los seres humanos acerca de Dios, tanto más admirarán su carácter. A medida que Jesús les descubra la riqueza de la redención y los hechos asombrosos del gran conflicto con Satanás, los corazones de los redimidos se estremecerán con gratitud cada vez más ferviente, y con arrebatadora alegría tocarán sus arpas de oro; y miríadas de miríadas y millares de millares de voces se unirán para engrosar el potente coro de alabanza.
«A todo lo creado que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir: “Al que está sentado en el trono y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos"» (Apoc. 5: 13).
El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y complacencia por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor.- El conflicto de los siglos, cap. 43, pp. 656-657.