“Amores imposibles” Serie de cuentos eróticos
La estadía
Por Monserrat Isabel Fabián Vázquez
Toqué la puerta esperando que alguien abriera, entré al cuarto rumbo a la cama para dejar el traje que entre mis manos colgaba. Ahí estaba aquel hombre en ropa interior tendiendo la mirada por la ventana, al tiempo que fumaba melancólicamente un cigarrillo que sostenía con su mano, de su boca salían a escala corrientes de humo como el ferrocarril de otros tiempos.
Pedí disculpas sumamente apenada, por entrar y encontrarlo de aquella manera, él dijo que no había ningún problema y me invitó un vaso de wiski. Indecisa asentí con la cabeza pero en realidad creí que cumplía uno de mis deseos más grandes en ese momento.
Desde que lo vi me robó el pensamiento, era la clase de tipos que me gustaban, tenía ese aire de incertidumbre en su rostro, de esas personas que quieres conocer sin más, y por la forma de actuar parecía educado y con clase.
En la recámara solo éramos las ganas de poseernos el uno al otro y nuestros cuerpos que ya no podían responder a nuestra razón, seguimos los deseos más profundos y hasta cierta razón prohibidos. No teníamos mucho de conocernos, pero desde el momento en que nos vimos surgió esa poderosa atracción y no entendíamos de dónde provenía.
Él comenzó a excitarse con no sé qué recuerdo, pero noté que si miembro comenzaba a erguirse y al verlo decidí tomar la iniciativa, me acerqué y lentamente acaricié su pecho, lo besé apasionadamente, se escapó de mi profundo suspiro, entonces él comenzó a quitarme la ropa.
Besó mis hombros desnudos y poco a poco fue bajando su rostro por mi vientre se detuvo por un momento en mi ombligo, el subió la mirada y la mantuvimos por un instante y cuando regresó a su anterior tarea se vino en mi cuerpo una de las mejores sensaciones que podría sentir. Acariciaba con su lengua el inicio de mi monte de Venus, yo lo tomé de sus cabellos y él notando mi excitación se movía rápidamente, sentí como los latidos de nuestros corazones se sincronizaban. Él volvió a besarme en los labios y decidí hacer lo que mi excitación me mandaba, ahora era mi turno de bajar. Comencé con un camino de besos a lo largo de su dorso llegando a su miembro. Lo traté de manera delicada, con mi mano lo acaricié en forma de masaje y fui acercando mi boca, lo demás es de suponerse. Él mostró una mueca de satisfacción cuando expulsó su sabia blanquecina en mi boca y como si fuera planeado los dos volábamos juntos, entramos en un mundo ideal por instantes.
Terminamos la acción felices deseando poder repetirlo, aunque por el momento era todo. Él tenía que volver a su rutina y yo a mi vida anterior éramos y fuimos dos amables desconocidos.