La bruja del hilo rojo

Capítulo 1 El cazador de hilos y el patio trasero

Hacía más de cinco años que no visitaba mi ciudad natal, acababa de bajar del bus desde la central de autobuses y decidí caminar hasta la casa de Cristina, el amor de mi vida desde que la conocí en cuarto año de primaria, jamás tuve el valor de decirle lo que sentía.

Al fin había terminado mis estudios, los cuales me habían mantenido ocupado y alejado de Cristina por mucho tiempo, al principio tenía miedo de llegar a estar frente a ella ya que no sabía la reacción que tendría al tenerla tan cerca de mí.

El pueblo no había cambiado mucho, solo las calles tenían un nuevo alumbrado y algunos nuevos árboles que apenas tenían unos años de haberlos plantado. Estaba oscureciendo y las lámparas comenzaron a alumbrar las calles una por una mientras que algunos recuerdos comenzaban a volver a mi mente.

De pronto vi a una mujer que vendía bolsas de galletas de naranja, rápidamente recordé que a Cristina le encantaba comer esas galletas siempre que podía, no dude y compre una bolsa para compartirlas con ella cuando la vea.

Sentí que al oscurecer ya no tendría oportunidad de verla hasta el siguiente día y me di prisa para estar un momento con ella, mientras que caminaba las calles se comenzaban a poner cada vez más oscuras, la luz de las lámparas comenzaba a perderse lentamente mientras más avanzaba por el camino.

Pensé que era por la falta de sueño, ya que desde que entré a la universidad sufrí de insomnio todos los años que estudie y hasta la fecha eso no ha cambiado en lo absoluto, ya estaba muy cerca de mi destino de pronto bostece cerrando los ojos unos segundos pero al abrirlos descubrí que ya no me encontraba en el mismo lugar.

Hacía frío y había neblina por doquier, apenas podía ver a unos cuantos metro desde dónde me encontraba,  había árboles muy pequeños y deshojados rodeándome, apenas podía ver gracias a la luz de la luna.

Mire a mi alrededor tratando de reconocer el lugar sin lograrlo, una desesperación comenzó a inundarme, mi respiración se aceleró y mi cuerpo temblaba no por el frío, sino por la desorientación que me invadía al no encontrarme donde recordaba, de pronto una voz me tranquilizó.

-Hola. – la voz sonaba amable.

Decía un hombre vestido con camisa blanca remangada, pantalones negros de tirantes y con sombrero negro pero dos cosas llamaron mi atención al voltear y verlo, la primera es que en la mano derecha que era con la que me saludaba sostenía algo que reflejaba al contacto con la luz de la luna y que su rostro estaba cubierto por una máscara blanca pero en la mitad izquierda tenía la cara de la felicidad y en la mitad derecha la cara de la tristeza.

-No te asustes amigo, no tienes nada porque temer… ¡Aún! – Un hombre estaba recargado en uno de los árboles, comenzó a caminar y comenzaba a acercarse.

-¿Quién eres? –pregunte.

-¡Oh! Que modales tan malos tengo, hace mucho que no soy educado con alguien, mi nombre es Blackely Straus pero como lo olvidarás en el transcurso del tiempo que permanezcas aquí, puedes llamarme Tailleur rouge  “sastre rojo”. –Se acercó y comenzó hablar cambiando su acento al de un francés al decir sus nombres.

-Creo que Blackely está bien para mí, mi nombre es Adan Lionhart, supongo que me puedes decir por qué estoy aquí. –Trataba de mostrar cortesía ante la persona que tenía al frente.

-Eso es muy fácil de responder mi querido amigo, ustedes dos fueron elegidos por mi amada para ¡cumplir mi propósito! ¿O cumplir su propósito? ¿O más bien para liberarnos de esta vida? Mmm ahora estoy algo confundido pero da igual eso no cambiara las cosas para mi… -Blackelye comenzaba a hablar incoherencias que ni él mismo entendía.

-¿Dos? No veo a nadie más aparte de ti. –Le reclame.

-Si… si puede que tengas razón pero ahora eso no es relevante ¿o si lo es? –Blackely dio la vuelta preguntándose lo mismo una y otra vez.

-Escucha si no puedes ayudarme no te preocupes encontraré la salida por mi mismo… -Dí un solo paso hacia atrás antes de ser detenido.

Sentí algo que fue disparado hacia mis pies, miré hacia abajo y unas tijeras se encontraban encajadas en el suelo, fue entonces que sin verlo o sentirlo pasar a un lado de mí, Blackely apareció enfrente de mí recogiendo las tijeras del suelo, las limpio y continuo hablando.

-Espera un poco mi querido amigo hay cosas de las que tengo que hablar contigo. –Blackely me abrazo por mis hombros como si me conociera desde hace mucho tiempo.

-¿A si? Y ¿de qué quieres hablar conmigo? – me sentía incómodo al sentir el frío brazo de Blackely en mí cuello.

-En primer lugar solo hay una forma de que puedas salir de este lugar, en segundo lugar si quieres saberla tendrás que aceptar el juego de mi amada Caterina y en tercero no puedes rechazar no jugar. –Blackely cambió su tono de voz amigable a una más seria y grave mientras hablaba.

Al escuchar la siniestra voz cambiante de Blackely un dolor muy intenso comenzó a darme en mi brazo izquierdo y al mirarme noté que algo estaba atado a mi dedo meñique un hilo rojo que colgaba y se dirigía a dirección de una silla que se encontraba a unos tres metros de distancia de mí.

Mire a Blackely bailar solo en círculos hasta llegar a la silla en donde comenzó a hablar con alguien, como si lo estuviera consolando, sacó un pañuelo blanco de su bolsillo y movía su brazo como si estuviera limpiando la silla.

-¿Quién está contigo? –le decía entrecerrando los ojos para tratar de ver mejor entre tanta niebla.

-¡Oh! ¿Esta persona? Te la presentare en un momento pero antes quiero que conozcas a nuestra anfitriona. –Blackely señaló a su izquierda.

Mire a donde Blackely me indicaba y me sorprendí al ver algo que parecía una enorme sombra recorriendo aquel bosque nuboso, entonces cambió de dirección hacia donde nos encontrábamos, me quedé pasmado al presenciar aquella sombra acercarse rápidamente hacia nosotros.

Al llegar a donde nos encontrábamos su forma comenzó a cambiar a la de una bella mujer con vestido negro a la cual un velo le cubría la cara, intrigado por lo que ocultaba su velo la mire fijamente hasta que Blackely se colocó entre nosotros con un salto y una carcajada.

-Puedes mirar pero no tocar mi querido amigo, tengo el honor de presentarte a la bella más hermosa de este bosque la fantástica, la bella, la única e inigualable Caterina Rousefrost La bruja del hijo rojo –Blackely hace una reverencia para presentar a la mujer de vestido negro.

No tenía ni idea de lo que pasaba pero estas dos personas tramaban algo que poco a poco parecía más sospechoso. La mujer no hablaba, parecía que Blackely era su intérprete ya que desde que apareció la miraba con mucha atención y después comenzó a decirme el motivo del porque me encontraba en ese lugar.

-Ella dice que me deje de tonterías y que comienza con el juego pero aun no has aceptado pero como te dije antes no tienes más opción más que aceptar porque tenemos a alguien muy importante para ti y estará en peligro si no aceptas. – Blackely giró la silla.

La silla de madera dio un giro rápido y al ver que quien se encontraba en ella no era más que Cristina, se me helo la sangre, no de la sorpresa de que ella estuviera ahí sino que su aspecto parecía la de una persona golpeada y torturada hasta el cansancio.

Con moretones, cortadas en distintas partes de su cuerpo, la mitad de su cara desfigurada y atada a la silla de pies, manos y cuello con alambre de púas, mi querida Cristina aún podía reconocerme ya que al verme algunas lágrimas salían de sus ojos.

-¿Cristina? ¡Blackely! ¿Cómo te atreves? ¡Suéltala ahora mismo! –Corrí hacia ella al verla.

Intente llegar hasta donde se encontraba cristina pero rápidamente comenzó a hundirse en la tierra  y apareció enfrente de donde se encontraba la mujer de negro, una gran cantidad de neblina las cubrió y desaparecieron del lugar.

-Wow ¿no crees que ella es preciosa e increíble? Siempre le gusta hacer sus entradas dramáticas pero sus salidas son fantásticas… es como… como… como magia. –Blackely colocaba sus manos en sus brazos y se movía extrañamente hacia los lados.

-Kristina… Kristina… Kristina… - Me arrodille en el piso empuñando mis manos y apretando mis dientes.

-Vamos, vamos mi querido amigo por favor ella estará bien, solo fueron a tener una conversación entre chicas, de esas de las que los hombres no podemos enterarnos pero si lo que quieres volver a verla, ahora mismo tienes que contestarme si vas a participar en el juego o no, de lo contrario tú te convertirás en uno de estos árboles viejos y feos en cuanto a ella terminara siendo la cena de mi amada. –Blackely movía las manos dramatizando todo lo que hablaba.

-¿Qué dijiste? –le preguntaba.

-Que te convertirás en uno de estos…

-Eso no… ¿cómo puedo volver a verla? - Me levanté y miré a Blackely con furia y determinación.

-Esos ojos me recuerdan a cierta historia que conozco. Muy bien, el juego es muy simple, lo único que tienes que hacer es correr y escapar de mí y de los miembros de mi familia, los cuales te esperan más adelante, si logras hacerlo antes de que el hilo rojo que cuelga de tu meñique se acabe, ganaras y podrás reencontrarte con tu amada, pero si no lo logras todos tus recuerdos de ella desaparecerán… aunque de igual manera lo irán haciendo si logro atraparte uno por uno. –Blackely metió sus manos a los bolsillos de su pantalón.

-¿Alguna otra cosa que deba saber Blackley? Y explícalo mejor porque me estas confundiendo.

-Si claro pareces listo pero tratare de hacerlo de una forma más simple para que te lo tomes mucho más en serio. –Blackely se acercó al joven hasta tenerlo frente a frente.

Blackely saco otras tijeras de su bolsillo izquierdo diferentes a las que tenía  en su mano derecha, alzó su brazo derecho y se amputo con las tijeras de su otra mano parte de su brazo, de la parte que le quedaba del brazo comenzó a salir sangre y Blackely se estremecía del dolor con un grito aterrador y luego de unos minutos de intensa agonía volvió a actuar como si nada hubiera pasado.

-Cómo pudiste ver el dolor es totalmente real, golpes, cortes, amputaciones, quemaduras, torceduras, roturas de hueso, perforación de órganos internos, asfixia, pellizcos, piquete en el ojo, todo el dolor lo sentirás pero a pesar de todo no podrás morir. –Blackely tomó el brazo del piso y comenzó a moverlo mientras le explicaba al joven lo que le pasaría.

No supe qué decir, y la verdad no podía comprender que alguien como él pudiera existir, que un lugar como este pudiera existir y lo más increíble de todo, Blackley colocó su brazo en su lugar y como si nada le hubiera pasado ya que su brazo simplemente había sanado por completo.

-¿Alguna otra pregunta?

-Si dijiste que mis recuerdos desaparecerían de todos modos si llegaras a atraparme ¿qué es lo que me aras? –trataba de mantener la calma.

-O si lo olvidaba, y para que lo comprendas más fácilmente. –Blackely se agacho un poco.

Blackely tomo un poco del hilo rojo que colgaba de mi meñique parecía un hilo largo ya que solo tuvo que agacharse para recogerlo, ahora usando las tijeras de su mano derecha solo corto un poco de hilo e inmediatamente un insoportable dolor recorrió mi cabeza, como si estuviera a punto de explotar.

Subí mis manos por inercia pero no paraba el intenso dolor, caí al piso retorciéndome y luego de unos segundos parecieron horas el dolor se fue, al igual que parte de mi memoria de Cristina la cual obviamente no podía recordar pero sentía que algo me faltaba, me incorpore poco a poco.

-Y eso es todo más algunas cosas que iras descubriendo en el camino ¿ya estás listo para comenzar mi querido amigo?

-si estoy listo… comencemos este juego porque definitivamente voy a ganar. Continuara…